ALFREDO GALAN "EL ASESINO DE LA BARAJA" .


El asesino del naipe, Alfredo Galán Sotillo, de 27 años, era un buen tirador en el Ejército. Y lo demostró, según explicaron ayer los forenses, en los seis asesinatos y las tres tentativas de asesinato. Todas sus víctimas fueron asesinadas a tiros a muy corta distancia, sin que en la mayoría de los casos tuvieran tiempo de reaccionar. Siempre elegía la cabeza y tiroteaba por la nuca o la espalda.

Los forenses que intervinieron en la novena sesión del juicio que se siguio contra Alfredo Galán en la Audiencia Provincial de Madrid coincidieron en algo: la persona que disparó contra las diversas víctimas lo hizo a escasos centímetros. Eso lo demuestran las heridas de entrada de los proyectiles. Al ser percutidos a corta distancia, la pólvora quema la región cercana a los orificios. También hay restos metálicos procedentes del fulminante y, cuando toca en hueso, produce un fuerte estallido de la región ósea. Además, el propio humo de la detonación mancha la parte cercana a la herida.

Los dos peritos que hicieron la autopsia de Juan Francisco Ledesma Ledesma, portero de la calle de Alonso Cano (Chamberí), coincidieron en que la bala le entró por la región occipital -la parte trasera de la cabeza- y salió cerca del ojo derecho. La herida produjo la muerte a Ledesma en el acto.

Además, el disparo fue efectuado en una posición casi paralela al suelo. Los forenses, que no hallaron signos de defensa en el cadáver, mantienen que el tiro pudo hacerse con la víctima de rodillas, extremo que ya había declarado Galán cuando se entregó en julio de 2003 en la comisaría de Puertollano (Ciudad Real). Una muesca en el zócalo de la habitación, procedente del proyectil percutido, así lo confirmaba.

De rodillas también fue asesinado Juan Carlos Martín Estacio, limpiador del aeropuerto de Barajas. Los médicos hallaron en sus ropas dos manchas muy visibles de barro, procedente de un alcorque que había junto a la parada del autobús en la que fue tiroteado. Murió de un disparo en la cabeza realizado por la espalda y con una trayectoria paralela al suelo.

Los asesinatos de Alcalá de Henares también fueron a bocajarro. El hijo de la dueña del bar Rojas, Mikel Jiménez Sánchez, estaba apoyado en la barra. El balazo que lo mató le entró por la región temporal y, tras salirse por la zona izquierda, se le alojó en el hombro. La clienta Juana Dolores Uclés sufrió un disparo mortal que le entró por la parte superior del ojo derecho. Al igual que los anteriores homicidios, el balazo era mortal de necesidad.

El matrimonio asesinado en Arganda del Rey, George y Diona Magda, fue sorprendido en un pasadizo oscuro. El primero en ser disparado fue el varón, que, al igual que otras dos víctimas, fue disparado desde un lateral por la espalda. Su esposa, al verse sorprendida por la detonación, se giró e intentó protegerse con el brazo izquierdo, según los forenses. El asesino la disparó otras tres veces.

Dos de los proyectiles la alcanzaron en la cabeza con una distancia de tan sólo cuatro centímetros. Murió a los dos días. Las trayectorias eran ligeramente descendentes, como si hubieran sido efectuadas por una persona de gran estatura. Galán Sotillo mide 1.90 m.
Respecto del arma homicida, una pistola Tokarev TT-33 del calibre 7,62, el detenido explicó que la tiró a un vertedero de Puertollano.
Eduardo Salas resultó herido de un disparo en la cara el pasado 7 de marzo, cuando estaba con una amiga, Anahid C., en la avenida de Viñuelas de Tres Cantos. De repente se les acercó un hombre alto (de 1,80 metros de estatura, aproximadamente) que sacó una pistola y le disparó una vez en la cara. El proyectil le entró por el carrillo derecho, junto a la nariz, y le salió por la parte trasera del cuello. La víctima cayó desplomada al suelo, sangrando abundantemente.
El asesino se dirigió entonces a la acompañante de Eduardo e intentó efectuar otro disparo, pero se le encasquilló el arma. La mujer se arrodilló y se protegió la cabeza con los brazos. En ese momento, el pistolero arrojó un naipe del dos de copas junto al cuerpo del herido. La carta quedó boca arriba.
Alfredo galan se entrego el 3 de julio de 2003, Alfredo Galán Sotillo se entregó la tarde del 3 de julio en la comisaría de Puertollano (Ciudad Real). Allí confesó haber cometido los crímenes imputados al denominado asesino del naipe: seis homicidios y otros tres en grado de tentativa. Esta última circunstancia elimina la posibilidad de ser juzgado por el procedimiento del jurado, según García Montes.

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